Comúnmente, en el ideario social, ligamos el proceso de lectura con el de la escritura como si fueran una sola cosa; pero no es así. La lectura es un proceso independiente del de la escritura, si bien son consecutivos. Para leer no se necesitan algunas habilidades que sí se requieren a la hora de escribir y que son aquellas que implican un desarrollo psicomotriz, tales como la capacidad para tomar el lápiz y realizar determinados trazos (desarrollo de la motricidad fina), coordinación visual y manual a la hora de replicar una grafía (letra o signo) sobre el papel, etc.
Para aprender a escribir es necesario tener en cuenta el desarrollo de habilidades motrices, visuales y de percepción que son fundamentales. Dicho desarrollo requerirá una serie de actividades, previas a la escritura, de aprestamiento y/o ejercitaciones de trazos, así como una maduración psicomotriz del niño.
En cambio la lectura requiere un menor número de competencias como la capacidad de concentración, la memorización y el deseo de aprender (algo que no ocurren necesariamente a una edad determinada). Por eso afirmamos que un niño puede aprender a leer a cualquier edad que se sienta motivado para hacerlo, siempre que sea de un modo sencillo y lúdico. Hay que tener presente que todo niño siempre quiere jugar y lo que aprende jugando deja una huella indeleble que favorece su buena relación con el conocimiento. Por eso cabe hacer mucho hincapié en que si un niño aprende a leer con naturalidad y felicidad la lectura jamás significará un hecho tedioso y difícil de sobrellevar.
El vínculo que un niño construya con las letras estará fuertemente ligado al modo en que se le enseñe a leer. Si éste consiste en una acción incomprensible y poco entretenida, producirá frustración y malestar teniendo como consecuencia una mala relación con la lectura lo que, seguramente, ningún adulto espera para sus hijos.
Dicho esto deseamos dejar en claro que leer no es lo mismo que escribir, si bien son procesos que se relacionan estrechamente. Por lo tanto sería bueno proponer a los niños y niñas primero actividades puramente de lectura sin que existan ejercicios o actividades escritas. Es decir, enseñar la lectura por la lectura misma y no "a caballo" de la escritura. Entendemos que la escritura puede ser enseñada con posterioridad a la lectura.
Es un error común proponer a los niños ejercicios de escritura (copiar, rotular, formar palabras con letras sueltas, etc.) cuando declaramos o pretendemos estar enseñando a leer. No estamos diciendo que ambos procesos no se puedan enseñar simultáneamente, pero hacerlo de ese modo exige un mayor número de competencias desarrolladas en los niños.
Dicho de otro modo un niño pequeño que esté motivado y sienta la necesidad puede aprender a leer, pero para aprender a escribir harán falta otras competencias cognitivas, posturales, motrices y hasta visuales que puede que no haya desarrollado a una temprana edad.
En conclusión es posible enseñar a leer tempranamente, ya sea en un aula de primera infancia o en nuestro hogar, a los niños y niñas de un modo sencillo y adecuado, a fin de que sea un proceso natural y más ameno.
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