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Foto del escritorCarlos García Egures

Las Cajas: Cuento Inclusivo en un entorno de pandemia


Eran las primeras horas de la tarde y yo estaba en casa, reclinado sobre un mullido sofá mientras leía las noticias. Absorto, revisaba redes sociales y corroboraba en la web informes sobre el avance del coronavirus. Cualquier predicción parecía imposible, por lo menos con mis conocimientos, lo único certero, aunque contradictorio, era una gran incertidumbre. ¡Qué paradoja!


También era insólito que, en plena pretemporada estival, yo estuviera en casa a esas horas. Jamás llegaba antes del anochecer, y ya llevaba varios atardeceres en mi living.

¿Cómo podría sostenerse nuestro negocio ante esta pandemia? Las probabilidades no me cerraban y los números menos.


A pocos metros de mí, sobre la alfombra, Nacho se entretenía con unas cajas. Su mundo giraba a un ritmo diferente, ausente de toda preocupación respecto del COVID-19 o de las medidas de restricción social impuestas por el gobierno. Con sus quince años, insistía en seguir construyendo un universo con cajas. A diferencia de otros jóvenes, Nacho tenía expectativas diferentes respecto de la vida y observaba el mundo de un modo singular. No puedo recordar cómo inició su apego por las cajas: cajas de alimentos, cajas de medicamentos, cajas de zapatos, en fin, todo tipo de cajas. Al principio, cuando era pequeño, nos llamaba la atención que desplazara un juguete para entretenerse con su caja. Pasaba largo rato observándola y manipulándola. Se diría que analizaba particularmente cada diseño que llegaba a sus manos. Con el tiempo empezamos a elegir sus regalos más por el empaque que por lo contenido. Hasta que por fin comprendimos que el mejor presente para él era sorprenderlo con una caja.


Me sonó el celular y respondí, era Tony un compañero del trabajo que también estaba muy alarmado por el riesgo que corría nuestro rubro. ¿Hasta cuánto podríamos resistir si las restricciones se seguían extendiendo? “Este sería nuestro año” nos propusimos al inicio. Habíamos trabajado mucho el año anterior para conquistar mayor público. Por fin teníamos una cartera sólida de clientes y una gran oportunidad para seguir creciendo. Ahora nuestra firma era reconocida en todo el mercado e incluso respetada por los competidores. ¿Por qué tuvo que ocurrir esta pandemia justo ahora?


Nacho seguía entretenido con sus cajas, noté que me quería decir algo, como lo hacía siempre a través de algún gesto repetitivo. No era de muchas palabras, su repertorio era reducido, sin embargo solía ser persistente cuando quería comunicarme algo. Comprendí que quería que me sentara con él a jugar. No obstante, mis preocupaciones me atraparon nuevamente en el celular.


Seguí revisando los correos electrónicos para verificar lo que Tony me había mencionado y luego, la cuenta bancaria. Fue entonces cuando Nacho colocó dos cajas sobre mi falda. Levanté la vista y ahí estaba, como siempre, en persistente calma. Decidido a que lo acompañara en la alfombra. La verdad no recordaba la última vez que habíamos jugado juntos. Mi actual vida ajetreada me limitaba mucho el tiempo que le dedicaba.


Quise acompañarlo, pero me resistía a abandonar el celular. Nacho persistió y me otorgó una de sus miradas. Vale decir que esas miradas de mi hijo había que ganárselas, no era común que sucedieran pero cuando ocurrían te entregaban una profunda paz y la certeza de que te amaba. Esas eran cualidades propias de Nacho, inexplicables con palabras.

Por fin tomé las cajas dejando atrás el celular sobre la mesa. No había nada que pudiera hacer para cambiar el conmocionado mundo que me circundaba. Así que decidí entrar en el de mi hijo, quien me reclamaba.


Una vez juntos en la alfombra comenzó a mostrarme distintas cajas, mientras las abría y las cerraba. Luego las clasificaba y construía torres con ella. Entendí que quería que hiciera lo mismo. Comencé con una forrada de terciopelo azul y la recordé, había contenido el reloj que Viviana me regaló para nuestro décimo aniversario. ¡Qué bárbaro la pasamos aquella noche en que nos escapamos solos a Villa Elena! Entonces me sorprendió mucho ese regalo que acompañó con una nota que decía: “Para que siempre sepas cuando es hora de regresar a casa. Gracias por todo lo que haces por nuestra familia. Te amo. Vivi”.

Después Nacho me entregó otra caja un poco más grande, la reconocí de inmediato: había contenido la medicación que me prescribieron para un fuerte empuje de gastritis. Recordé también lo que la ocasionó y que pese a lo agobiante que era el desencadenante ya lo había superado. ¿Cómo uno se hace problemas con cosas que con el tiempo pierden toda importancia? ¡Qué complejos somos los seres humanos!


Luego aparecieron otras cajas: las de mis alfajores favoritos, aquellos que desde niño anhelaba saborear con muchas ansias. Estaba también la caja de unas viejas zapatillas deportivas que compré para salir a correr por las mañanas, una meta que jamás concreté. Apareció una de naipes españoles, obsequio de mi abuela para enseñar a mi familia a jugar al “chinchón”. Cuando vi la caja del perfume favorito de Viviana la olí, Nacho hizo lo mismo, ambos sabíamos qué nos evocaba.


Así fue pasando el rato entre cajas y más cajas. Rememorando distintas circunstancias, personas y vivencias asociadas. Mientras construimos una especie de micro-realidad en la sala de casa Nacho se veía feliz, su entusiasmo lo manifestaba. Fue recién entonces cuando interpreté lo que él deseaba: sacarme de mi propia caja de preocupaciones, de esa desesperación que me embargaba, de esa nueva realidad que hoy me pesaba aceptar y me frustraba.


Al descubrirlo corrí a los dormitorios para conseguir más cajas, revisé el baño y la cocina buscando otras más. Luego las llevé hasta donde Nacho me aguardaba recibiéndolas con enorme satisfacción.


La incertidumbre, que minutos antes me abrumaba, pareció desaparecer. Solo sentía fascinación por los colores, las formas, las texturas, los diseños y los aromas de aquellas cajas.


Cuando Viviana regresó, se sorprendió al vernos en la alfombra construyendo juntos nuestro universo de cartón.

-Le hacía falta- afirmó mirando a Nacho.

-A él no, a mí. Me hacía falta detenerme un poco y contemplar la vida a través de su mirada-


Sí. Nacho es un ser peculiar, tiene autismo y la forma en que percibe la realidad es, sin dudas, muy distinta a la de la mayoría de las personas; eso lo hace singular permitiéndole otra óptica que nos beneficia. Para él la pandemia no cambió en nada su realidad, libre de expectativas externas, viviendo el día a día y encontrando en lo más simple una ocasión para sorprenderse o incluso divertirse. El distanciamiento social, que tanto nos pesa, es algo común en su vida diaria ya sea porque expresa su incomodidad a demostraciones físicas de afecto, de personas que considera extrañas o porque está acostumbrado a que se le mire y se le trate con distancia en reuniones, espacios públicos o incluso dentro de un aula. La pandemia y las restricciones sociales que ésta ha impuesto establecieron barreras, barreras que nos son difíciles de sobrellevar tanto en el ámbito laboral como en el emocional. Sin embargo el tapabocas, el saludo de puño y el distanciamiento social nos han obligado a parar la marcha y reflexionar; mirar las cosas desde otra perspectiva y sentir lo que significa vivir con lo que algunos llaman limitaciones.


Ese día, gracias a Nacho, aprendí que de algún modo todos compartimos una gran variedad de cajas. Algunas que recibimos, otras que construimos y también otras que nos protegen o nos atrapan. Ahí está la sabiduría de contemplar el mundo desde la perspectiva que nos brindan las distintas cajas que, en definitiva, no son más que contenedores temporales de nuestros propios deseos, afectos, temores y circunstancias.

Las personas con autismo no están aisladas en su propia caja sino que, al igual que todos los seres humanos, construyen una realidad en la que interactúan con diversas cajas. ¡Ojalá que esta pandemia nos ayude a ser más empáticos, más solidarios y más inclusivos al compartir con otros la singular aventura de estar vivos!


Escrito por Carlos García Egures

Ilustración Augusto García Amaral


Dedicado a Ignacio Navarro “Nacho” de travesiaukele o Instagram travesiaukele


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